Cooperativas, inmerecido desprestigio

Roberto Fermín Bertossi.
Roberto Fermín Bertossi.Experto en Cooperativismo
Durante la historia argentina, diferentes gobiernos han desprestigiado al movimiento cooperativo, ya sea para eliminar esta forma de organización como sucedió durante las dictaduras militares o utilizando su nombre con diferentes hechos de corrupción. 

Por Roberto Fermín Bertossi

Enoja denunciar el enorme desprestigio infligido oficialmente, en las dos últimas décadas, a la buena opinión y credibilidad que la sociedad argentina se había formado durante un siglo de nuestras cooperativas.

Cooperativas de su buen nombre y honor, ello a raíz de sus múltiples y diversos logros en términos y perspectiva de calidad y expectativas de vida.

Efectivamente, si sólo de auténtico contenido del cooperativismo y de sus cooperativas se trata, ni siquiera la persecución de cooperativas por nefastos gobiernos dictatoriales podría parangonarse con la campaña de desprestigio iniciada en los últimos años, con las caricaturas o simulacros de cooperativas previstas e impulsadas mediante ignominiosos planes, programas clientelares, o placebos laborales, como el Argentina Trabaja, entre otros.

¿Qué queremos decir concretamente con semejante afirmación? Precisamente, fue a partir de 1966 cuando los dictadores Juan Carlos Onganía, y después, en 1974, Jorge Rafael Videla con José Alfredo Martínez de Hoz, emprendieron la denigración y persecución de las cooperativas, fue por su lozanía, eficacia y contenido humano más que significativos y relevantes. Como todo aquello que entonces implicaba y aseguraba, complementariamente, el asociativismo cooperativo rural y urbano, mediante la franca y equitativa vinculación de personas con oportunidades, la facilitación por abaratamiento de responsables consumos y modestos financiamientos esenciales, la simplificación del acceso a la salud, a la educación, a la electrificación rural, etc.

Por generaciones, uno de los aspectos más ricos y destacables del contenido histórico en las experiencias cooperativas, era su importancia peculiar en la relación e impacto positivos al diluir -o atemperar- insatisfacciones esenciales, pobrezas y desigualdades socioeconómicas.

De ahí el inicial impulso democrático a partir de nuestro ícono educativo, la Ley 1.420, del año 1884, al contemplar cooperativas y bibliotecas escolares. Después, con la ley de educación cooperativa, N° 16.583, en la presidencia de Arturo H. Illia; ambas convergentemente complementadas con la ley 23.427/1986, al crearse en el gobierno de Ricardo Alfonsín un generoso y abundante Fondo Federal coparticipable para Educación y Promoción Cooperativa.

En cambio, el enorme desprestigio infligido oficialmente -con la complicidad del INAES- en las dos últimas décadas al buen nombre y honor del cooperativismo, y de todas sus empresas cooperativas, consistió arteramente en un colosal y sostenido vaciamiento axiológico y material de dicho contenido cooperativo, el mismo que supo y pudo configurar y consolidar secularmente a las cooperativas como artífices del desarrollo urbano y rural argentino.

Más allá de lo eternamente repudiable e imperdonable del cooperativismo argentino a los dictadores militares y sus agentes civiles, traidores infames a la Patria; por estos días el tiro de gracia a tal desprestigio es consumado por innumerables placebos laborales: las cooperativas piqueteras, con planes sociales, absolutamente vaciadas de todo noble y cabal contenido cooperativo, pero sospechadas y empachadas de espurias cooptaciones ideológicas.

Fuente: HoyDía.